Derribando barreras, construyendo puentes
En el corazón de El Salvador, donde el bullicio de la vida cotidiana a veces deja fuera las voces más silenciosas, recordamos que existen ciudadanos que no escuchan con los oídos, sino con los ojos y el alma: las personas sordas. La Semana de las Personas Sordas no debe ser solo una conmemoración simbólica, sino un recordatorio de que la inclusión no se regala: se construye.
Como psicólogo humanista, he aprendido que cada barrera derribada no es solo un logro social, sino un puente emocional que devuelve dignidad, pertenencia y esperanza.
La inclusión psicológica comienza con lo más simple y lo más humano: la escucha empática. No se trata únicamente del oído, sino de la disposición interior para comprender con señas, gestos o incluso con un silencio compartido.
La atención en salud mental debe ser accesible. Psicólogos y psiquiatras en El Salvador requieren capacitación en Lengua de Señas Salvadoreña (LESSA) o la colaboración de intérpretes especializados. Del mismo modo, los grupos de apoyo entre personas sordas son vitales, pues fortalecen la autoestima y reducen la soledad emocional.
La educación es el motor de la transformación social. Una escuela que excluye, no educa; hiere.
Por eso, necesitamos: Docentes capacitados en LESSA y materiales inclusivos.
Tecnología como aliada: subtítulos, aplicaciones de transcripción en tiempo real y herramientas digitales que faciliten la comunicación.
Becas y programas de apoyo, porque ningún joven debería abandonar su sueño académico por la falta de recursos o por un prejuicio
La educación inclusiva no es solo un beneficio para la persona sorda; es un espejo de la madurez de una nación.
La verdadera inclusión se refleja en la calle, en el trabajo, en los espacios públicos. Requiere: Campañas de sensibilización para que más salvadoreños aprendan lo básico de LESSA. Un simple “hola” puede convertirse en un abrazo invisible que rompe el hielo de la indiferencia.
Acceso a la información: noticieros con intérpretes en vivo y plataformas digitales accesibles.
Trabajo digno e inclusivo: empresas que comprendan que integrar personas sordas no es un gasto, sino una inversión en diversidad y riqueza humana.
La Universidad de Manchester y la Organización Mundial de la Salud (OMS) coinciden: las comunidades sordas con acceso pleno a la lengua de señas y redes de apoyo muestran mejor salud mental y menor incidencia de depresión y ansiedad que aquellas que viven en aislamiento comunicativo.
El mensaje es claro: la lengua de señas no es un complemento, es un salvavidas.
La verdadera inclusión no se limita a abrir puertas, sino a derribar los muros invisibles del prejuicio, la indiferencia y el desconocimiento. El respeto no se mide en discursos, sino en gestos concretos.
Porque la inclusión no es un favor, es un derecho... Y cada derecho respetado es un alma liberada.
Reflexión para ti, lector: ¿Estás dispuesto a aprender un nuevo lenguaje no solo de manos y señas, sino de empatía y humanidad para que en tu vida diaria nadie quede fuera del puente de la comunicación y del abrazo social? Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.
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