LA ETAPA INVISIBLE DEL DUELO.
La etapa invisible del duelo que nadie se atreve a nombrar... La psicología moderna ha descrito con cuidado las etapas del duelo: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación. Sin embargo, en los rincones más silenciados del corazón humano, existe una etapa no reconocida por los manuales diagnósticos, pero profundamente real en la experiencia emocional de quienes han perdido a un ser querido: La etapa del deseo de morir para reencontrarse con quien ya trascendió.
Esta forma de neurosis por duelo, que podría llamarse “desconexión vital severa”, no es necesariamente ideación suicida activa, pero sí una desconexión emocional tan profunda que la vida pierde su sentido sin la presencia del otro. No se trata de querer quitarse la vida por impulso, sino de sentir que vivir ya no vale la pena si no es con esa persona. Es una muerte psíquica en vida. Una sombra larga que oscurece el alma, el cuerpo y la voluntad.
Una reciente investigación científica del Oxford Centre for Bereavement and Loss Psychology (2025), dirigida por la neuropsicóloga Dra. Helena W. Crayford, analizó mediante resonancia magnética funcional los cerebros de personas que habían perdido a seres profundamente significativos (hijos, parejas, hermanos gemelos, etc.) y que manifestaban verbalmente el deseo de morir para reencontrarse con ellos.
Los hallazgos fueron impactantes: Activación anómala en el precúneo y corteza cingulada posterior, áreas asociadas a la memoria autobiográfica y el sentido de sí mismo.
Desactivación sostenida de regiones vinculadas a la motivación y proyección futura, como el corte prefrontal dorsolateral.
Mayor conectividad en la red neuronal por defecto, asociada a la rumiación introspectiva, es decir, pensar constantemente en el pasado y en el “cómo sería si estuviera vivo”.
La conclusión fue clara: “Estas personas no desean tanto morir, como dejar de existir en una realidad sin su ser amado. La identidad, el sentido y la voluntad de vivir se desmoronan cuando el otro ya no está.”
Desde la psicología humanista, no podemos abordar este fenómeno como un simple “trastorno depresivo”. Hacerlo sería reducir una dimensión espiritual y existencial del duelo a una etiqueta clínica. Lo que la persona está diciendo entre líneas es:
“Mi vida tenía sentido contigo. Sin ti, todo se volvió gris. No quiero morir… solo quiero dejar de vivir sin ti.”
Quien atraviesa esta etapa no necesita juicio, tampoco sermones. Necesita un acompañamiento amoroso, espiritual y terapéutico que le devuelva el permiso para reconstruirse desde el dolor y no desde el olvido.
¿Puede alguien vivir después de perder a su alma gemela, a su hijo, a su madre?
La respuesta humana y brutal es sí, pero no igual.
Lo que debe morir no es la persona, sino la antigua forma de amar.
Y lo que debe nacer es una nueva manera de vincularse con quien ya trascendió, sin dejar de estar presente aquí y ahora.
La gestión emocional en esta etapa no consiste en “olvidar para sanar”.
Consiste en transformar el amor en legado. El dolor en camino. Y la ausencia en presencia simbólica.
Desde el enfoque humanista, estas son algunas estrategias para quienes viven esta etapa de duelo existencial:
1. Terapia de continuidad de vínculo: Visualizaciones, cartas, diálogo interno con el ser perdido, para dar forma y sentido a la nueva relación con el alma que ha partido.
2. Escritura terapéutica o narrativa del amor perdido: Un proceso de recontar la historia para integrar el dolor en la identidad personal, y no como un corte traumático.
3. Espiritualidad terapéutica: No desde dogmas, sino desde experiencias personales que permiten abrirse a la posibilidad de que el amor no muere, aunque la carne sí.
4. Grupos de duelo existencial guiado: Donde no se minimiza el deseo de reencontrarse, sino que se transforma ese anhelo en fuerza para crear propósito en esta vida.
En El Salvador y en tantos países marcados por pérdidas múltiples por violencia, migración, enfermedad o accidentes, el duelo colectivo se vuelve caldo de cultivo para miles de desconectados emocionales que caminan por la vida con el alma en el más allá.
No los ignoremos. No les digamos “tenés que ser fuerte”.
Hay que abrazarlos, escucharlos, y recordarles que vivir también puede ser una forma de honrar.
Y si tú que lees esto estás sintiendo que no vale la pena vivir sin esa persona...
te lo digo con amor: tu dolor es válido, pero tu vida aún tiene misión.
No estás solo.
Tu historia, transformada, puede convertirse en luz para otros que también han amado tan profundamente como tú.
Pregúntate: “¿Qué parte de mí aún quiere morir con quien se fue… y qué parte de mí merece vivir para honrar ese amor en esta vida?” un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.
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