Todo llega a ti en el momento justo. Sé paciente.
Vivimos en una era donde se exigen resultados inmediatos, respuestas rápidas y soluciones sin demora. El alma, sin embargo, tiene su propio reloj. Un reloj que no obedece al tiempo de los dispositivos, sino al tiempo de los procesos. Un reloj silencioso, pero preciso. Un reloj que, si lo aprendes a respetar, te devuelve la paz.
Todo llega a ti en el momento justo. Ni antes para que lo arruines por inmadurez, ni después para que te frustres por olvido.
Llega cuando estás listo.Llega cuando tu ser ha crecido en sabiduría, en humildad, en paciencia, en fe.
En vez de luchar contra lo que aún no llega, pregúntate:
¿Estoy cultivando hoy la tierra donde florecerá lo que espero mañana?
La espera no es pasiva. La espera verdadera es activa, es consciente, es transformadora. En la espera, te conviertes en la persona capaz de sostener lo que viene.
Y mientras tanto, sé como el agua... El agua no compite por ser vista, simplemente es.
El agua no busca estatus, da vida. No necesita aplausos, cumple su propósito.
El agua no se detiene ante un obstáculo, fluye, se adapta, persevera.
Así también tú: no necesitas ser lujoso para ser valioso, no necesitas brillar para impactar.
Tu valor no está en lo que posees, sino en lo que entregas.
La vida no premia al que corre más rápido, sino al que fluye con más verdad.
Y la verdad no grita, la verdad se siente. Se reconoce.
Se encarna en las acciones pequeñas, en la coherencia diaria, en el silencio que sostiene.
Confía en el ritmo perfecto de la vida. Confía en que el tiempo de Dios, de tu alma, de la creación…nunca llega tarde.
¿Qué parte de mí necesita madurar, sanar, entender, confiar o soltar… para que aquello que anhelo pueda llegar, permanecer y florecer cuando lo reciba? Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.
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