QUIERO VIVIR PARA VER EL FINAL.

 


He aprendido, en el largo caminar de la vida y del alma, que cada historia que Dios escribe tiene un propósito, incluso aquellas que parecen perderse entre lágrimas, silencios o noches sin estrellas. Hay momentos en que el dolor parece tener la última palabra, pero el corazón, cuando se abraza a la fe, aún susurra con esperanza: “Quiero vivir para ver el final.”

Porque toda historia, incluso las más rotas, puede transformarse en una obra de redención cuando se pone en manos del Amor. Y lo creo con firmeza: toda historia tiene un final feliz, si no es feliz, es porque no es el final de mi historia.

Dios no abandona su obra a medias. Él es un Autor fiel. Aunque haya capítulos oscuros o páginas arrugadas por el sufrimiento, Él sabe cómo escribir giros inesperados que convierten la pérdida en lección, el dolor en propósito y las caídas en alas.

Mi historia y la tuya también no está determinada por el miedo, por el fracaso ni por la traición. Está marcada por la promesa del Resucitado: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Santo Evangelio según San Mateo 28,20).

Hoy, quizás estés en medio de una tormenta, o tal vez ya no creas en los milagros. Pero déjame decirte esto, desde el alma y con la certeza de quien ha caminado por el fuego y ha visto brotar flores en el desierto: Dios no ha terminado contigo.

Quiero vivir para ver el final, porque he decidido creer que mi historia tendrá un final lleno de luz, aunque ahora todo parezca oscuro. Quiero estar ahí, en la última página, cuando la victoria del amor, de la gracia y de la esperanza se hagan evidentes.

Y cuando llegue ese día, te invito a que también tú digas: valió la pena cada lágrima, cada espera, cada oración, porque no fue el final… sino el umbral del paraíso que ya empezaba a abrirse en esta tierra.

Pregúntate: ¿Qué pasaría si en lugar de querer huir del dolor actual, decidieras quedarte un poco más… solo un poco más… para ver el milagro que Dios sigue escribiendo contigo como protagonista? Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

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