MADUREZ Y SABIDURÍA EMOCIONAL
En una sociedad donde el más ruidoso parece tener la razón y donde se premia al que impone su voluntad sin considerar las heridas que deja, hablar de verdadera madurez es casi un acto de contracultura. Pero es necesario. Y urgente.
La verdadera madurez no se exhibe con gritos, títulos, ni amenazas. No necesita humillar para sentirse fuerte, ni imponerse para sentirse válido. La madurez auténtica es silenciosa, firme y profundamente consciente. Nace en lo más íntimo del alma cuando, después de tantas batallas internas, uno elige no repetir los patrones que alguna vez lo lastimaron.
Madura es la persona que, aun teniendo la razón, elige el silencio por sabiduría y no por cobardía. Que sabe retirarse de ambientes tóxicos sin necesidad de hacer escándalo. Que se escucha antes de hablar y siente antes de juzgar. Que no se disfraza de superioridad, sino que se abraza con compasión.
Madurez no es tener el control de los demás. Es tener el dominio de uno mismo. Es decir “no” cuando algo rompe nuestra paz. Es elegir lo que nos hace bien, incluso si eso significa dejar ir lo que amamos, porque comprendemos que amarse a uno mismo no es egoísmo, es salud emocional.
Y en ese camino, uno deja de competir, de convencer y de castigar. Empieza a construir relaciones desde el respeto y no desde la necesidad. Porque cuando uno está en paz consigo mismo, deja de vivir en guerra con los demás.
Pregúntate: ¿Estoy eligiendo desde la herida o desde la sabiduría emocional que he cultivado a lo largo de mi historia?
Este tipo de preguntas no buscan respuesta inmediata. Se quedan contigo, te acompañan en silencio y, cuando menos lo esperas, florecen en decisiones que sanan... Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.
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