ÉXITO, BONDAD Y LA BELLEZA DE LO SIMPLE.


En un mundo donde el éxito se mide en cifras, reconocimientos y estatus, nos hemos alejado de la verdadera esencia de lo que significa vivir plenamente. Nos han enseñado a correr tras metas que, aunque legítimas, muchas veces nos alejan de aquello que realmente nutre el alma. Nos han hecho creer que la felicidad es una cima que solo se alcanza después de grandes sacrificios, cuando en realidad está en cada paso del camino, en los momentos más pequeños y auténticos.

El Evangelio nos ofrece una enseñanza que puede transformar nuestra visión del éxito: “Haz con los demás lo que quieres que hagan contigo” (Santo Evangelio según San Mateo 7,12). En esta sencilla regla de oro se encierra el secreto de una vida plena. No se trata solo de lograr, sino de cómo logramos. No se trata solo de recibir, sino de cuánto damos. No es solo sobre llegar, sino de cómo tratamos a los que encontramos en el camino.

Vivimos en una sociedad que nos empuja a la competencia, al egoísmo, a pensar solo en lo que nos beneficia. Pero, ¿de qué sirve alcanzar la cumbre si lo hacemos pisoteando a los demás? ¿Qué valor tiene una vida llena de éxitos materiales si nuestro corazón está vacío? La verdadera grandeza está en la bondad, en la capacidad de tratar al otro con amor y respeto, en ser luz en la vida de quienes nos rodean.

Aprender a dar lo que deseamos recibir es un acto de amor y justicia. Si anhelamos ser comprendidos, practiquemos la comprensión. Si queremos ser valorados, aprendamos a valorar. Si deseamos ser amados, amemos sin medida. El mundo necesita más seres humanos que construyan puentes en lugar de muros, que siembren esperanza en lugar de indiferencia, que elijan la compasión sobre el juicio.

El éxito verdadero no es un podio, es una actitud. No está en lo que tenemos, sino en lo que somos. Y en esa búsqueda, los momentos más simples y genuinos son los que nos revelan la felicidad más pura: una sonrisa sincera, un gesto desinteresado, el tiempo dedicado a alguien que lo necesita, la gratitud por lo que hoy tenemos.

Ser un buen ser humano es el mayor éxito que podemos alcanzar. No se trata de dejar una huella en la historia, sino en los corazones. Y al final del camino, lo que realmente importará no serán los títulos, los bienes o los trofeos, sino cuánto amamos, cuánto dimos y cuánto hicimos del mundo un lugar mejor... Preguntemonos: ¿Estoy viviendo cada día de manera que, si hoy fuera el último, pueda decir con paz que traté a los demás con amor, di lo mejor de mí y disfruté con gratitud los pequeños momentos que realmente dan sentido a la vida?

Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.


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