PLENIVIDA: AMANDO CON LOS OJOS DE DIOS TODOS LOS DÍAS.

El amor no es un acto reservado para fechas específicas, ni algo que florece solo en momentos especiales. Es un llamado diario, un compromiso constante de mirar al mundo, a los demás y a nosotros mismos con los ojos de Dios... Amar es mucho más que un sentimiento pasajero; es el mayor privilegio que Dios nos ha concedido y la esencia misma de nuestra existencia. Sin embargo, la profundidad de este privilegio se revela solo cuando aprendemos a amar como Él lo hace: con una mirada eterna, una compasión inagotable y un respeto absoluto por la dignidad de cada persona. Este amor no está destinado a ser vivido solo en fechas especiales o momentos extraordinarios; es un llamado diario, un compromiso constante de vivir en plenivida.

La plenivida no es simplemente una vida llena de felicidad superficial, sino una existencia plena, rica en significado y propósito. Es el resultado natural de amar con los ojos de Dios, de elegir ver el mundo y a las personas con una perspectiva que trasciende lo humano. Amar así implica reconocer la chispa divina en cada ser, incluso en aquellos que nos desafían, incluso en nosotros mismos cuando nos sentimos rotos o insuficientes.

Dios nos ama todos los días, en cada segundo, sin condiciones. Su amor no depende de nuestros logros, ni se retira en nuestras caídas. Este amor constante es nuestra mayor fuente de dignidad, un recordatorio de que somos profundamente valiosos simplemente por ser. Cuando amamos con este modelo, reflejamos su amor eterno en nuestras relaciones, convirtiendo cada día en una oportunidad de construir plenivida.

Sin embargo, amar con los ojos de Dios es un desafío, porque nos llama a salir de nuestra comodidad. Nos invita a practicar la paciencia, a ofrecer perdón incluso cuando duele, a dar sin esperar nada a cambio. Más allá de las emociones, amar de esta manera es una decisión activa que requiere esfuerzo, pero que transforma nuestra vida en una manifestación de propósito y gracia.

Este amor no debe ser reservado para fechas señaladas, porque limitarlo a ciertos momentos es restringir su poder. Amar solo en días especiales es olvidar que cada día es una oportunidad para honrar la dignidad de quienes nos rodean. La plenivida se construye con cada pequeño acto de amor cotidiano: un gesto amable, una palabra de aliento, una escucha atenta. Es vivir con la certeza de que el amor no tiene fecha de expiración, porque su fuente es eterna.

Cuando amamos con constancia, trascendemos las barreras del ego y del juicio. Esta mirada divina nos recuerda que cada ser humano, incluido tú, es digno de amor y capaz de amar. Nos reconcilia con nuestra humanidad, nos conecta profundamente con Dios y nos impulsa a transformar nuestras acciones diarias en expresiones vivas de Su amor.

Hoy, quiero invitarte a que reflexionemos:

¿Qué pasos concretos estámos dispuesto a dar cada día, para amar con los ojos de Dios, vivir con dignidad y construir una vida plena que refleje su amor eterno?

El amor no es una emoción que surge y se desvanece; es un llamado constante,  una elección diaria que nos invita a ser instrumentos de paz, esperanza y compasión en un mundo que necesita del amor auténtico. Al responder a este llamado, no solo transformamos la vida de quienes nos rodean, sino también nuestra propia existencia, llenándola de plenivida y propósito eterno. ¿Te atreves a amar con la misma profundidad, constancia y gracia con que Dios te ama?

Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

Comentarios

Entradas populares