EL REGALO ETERNO DE LA PAZ.
Vivimos en una era de avances tecnológicos impresionantes, pero nunca antes la humanidad había enfrentado tanta fragilidad emocional y espiritual. Ansiedad, conflictos y divisiones llenan nuestros días. Sin embargo, en medio de este caos, hay un regalo que puede transformar nuestras vidas y las de quienes nos rodean: la paz.
Regalar paz no es un simple gesto; es un acto profundo de amor y fe. Es sembrar luz en medio de la oscuridad y esperanza donde todo parece perdido.
La paz no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra decisión interna de confiar en Dios y actuar con amor. San Agustín decía: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti”. Y es cierto, porque la paz que anhelamos solo puede venir del encuentro con Dios, el único capaz de llenar nuestros vacíos más profundos.
Regalar paz es enseñar a otros que, aunque las tormentas de la vida nos sacudan, siempre hay un refugio en el amor divino.
Hoy más que nunca, necesitamos convertirnos en artesanos de la paz, como lo llamó el Papa Francisco. Esto significa actuar con valentía y amor en situaciones que nos invitan al rencor, la crítica o la indiferencia.
¿Cómo podemos regalar paz al mundo?
1.Practicando la misericordia: En lugar de juzgar, elige comprender.
2.Siendo ejemplo de calma: En momentos de tensión, tu serenidad puede ser el ancla que otros necesitan.
3.Promoviendo la reconciliación: Donde haya divisiones, sé un puente que une.
Cada acto de paz, aunque parezca pequeño, tiene un impacto eterno. Es como encender una vela en una habitación oscura; su luz puede transformar todo el ambiente.
No podemos hablar de paz sin hablar del perdón. El rencor y la falta de reconciliación son cadenas que nos atan al sufrimiento. Pero el perdón, aunque a veces cuesta, es el camino hacia la verdadera libertad.
Cristo nos mostró en la cruz el mayor acto de paz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Si Él pudo perdonar en medio del dolor, ¿cómo no vamos a intentarlo nosotros?
El perdón no significa olvidar, sino decidir no dejar que el dolor controle nuestra vida. Cuando perdonamos, liberamos al otro, pero sobre todo nos liberamos a nosotros mismos.
Regalar paz no siempre requiere grandes sacrificios. A menudo, son los pequeños actos de amor los que tienen el mayor impacto:
Una palabra de ánimo. Puede ser el oasis que alguien necesita en su desierto emocional.
Un acto de generosidad. Ayudar sin esperar nada a cambio es una expresión de paz activa.
Un tiempo para escuchar. En un mundo lleno de ruido, escuchar con atención es un regalo invaluable.
Una oración en silencio. A veces, orar por alguien puede ser el mayor regalo de paz que le demos.
Estos pequeños actos son como semillas. No siempre veremos su fruto de inmediato, pero en el tiempo de Dios, darán cosechas abundantes.
En las Escrituras, la paz no es solo un estado, sino una misión que Dios nos encomienda. Jesús dijo a sus discípulos: “Les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Sn Jn 14,27).
Este versículo nos recuerda que la paz de Cristo es diferente: no depende de las circunstancias externas, sino de Su presencia constante en nuestras vidas. Es una paz que sostiene, transforma y da fuerza incluso en los momentos más oscuros.
El Arte de Ser un Artesano de Paz es el siguiente:
1.Confía en la providencia de Dios: Aprende a soltar tus cargas y a confiar en que todo está en Sus manos.
2.Practica la gratitud: Un corazón agradecido está lleno de paz porque ve lo bueno incluso en medio de las dificultades.
3.Busca la reconciliación: Donde haya división, trabaja por la unidad.
4.Comparte el amor de Dios: Habla de Su paz con tus palabras y tus acciones.
La oración nos conecta con la fuente de toda paz. Cuando oramos, abrimos nuestro corazón para recibir la calma y la fuerza que solo Dios puede dar.
Oración para regalar paz:
Señor, en este mundo lleno de caos y ruido, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo lleve amor; donde haya tristeza, que yo lleve consuelo. Ayúdame a regalar paz con mis palabras, mis gestos y mi presencia. Que a través de mí, otros puedan sentir tu amor y tu serenidad. Amén.
Regalar paz no es una meta a alcanzar, sino un camino que recorremos cada día. Es un acto continuo de fe, amor y entrega. Es mirar al prójimo con los ojos de Cristo y decidir, una y otra vez, ser un reflejo de su amor en un mundo que tanto lo necesita.
Cuando regalas paz, no solo transformas la vida de los demás, también transformas la tuya. Porque el corazón que siembra paz es un corazón que habita en Dios, y quien habita en Dios vive en plenitud.
Hoy, elige regalar paz. Al hacerlo, estarás sembrando un legado que durará para la eternidad... Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.
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