ROMPIENDO LAS CADENAS DEL AUTOENGAÑO.

En el rincón más profundo de nuestra mente, muchos cargamos una imagen: un elefante atado a la pata de una silla. Esta escena, tan absurda como simbólica, representa cómo las personas vivimos prisioneras de nuestras propias creencias limitantes. Nos sentimos incapaces de liberarnos, no porque nos falte fuerza, sino porque nos sobra miedo y dudas. Esta cárcel emocional, alimentada por el autoengaño, nos impide avanzar y descubrir el potencial que Dios ha depositado en nosotros.

Las heridas emocionales son reales, profundas y a menudo invisibles. Cada una de ellas es como una espina que se clava en el alma, dejándonos con cicatrices que no siempre sabemos cómo sanar. Estas espinas suelen venir acompañadas de pensamientos destructivos: "Nunca seré suficiente", "Siempre fallo", "No merezco algo mejor". Estas frases, repetidas en silencio, se convierten en las cadenas que nos atan a esa silla imaginaria. Pero, ¿qué hacemos con el dolor? ¿Lo dejamos crecer y nos paraliza, o lo transformamos en aprendizaje?

La verdad es que el dolor no tiene que ser el final de nuestra historia. Puede ser el comienzo de un nuevo capítulo. Cada herida tiene un propósito, una lección escondida que nos invita a mirar hacia adentro, a entendernos y a crecer. Este proceso, sin embargo, no es fácil. A menudo necesitamos apoyo externo: un psicólogo, un guía espiritual, un amigo confiable, o simplemente abrirnos a Dios en oración sincera. Pedir ayuda no es una señal de fracaso; es un acto de amor propio y fe en que podemos cambiar.

La ley de la resonancia es una verdad tan profunda como simple: aquello que habita en tu corazón se refleja en tu vida. Si vives con quejas, resentimientos y falta de perdón, esa será la energía que atraerás. Pero si decides bendecir cada situación, incluso las más difíciles, algo maravilloso ocurre: empiezas a transformar tu realidad. La gratitud es una de las llaves más poderosas que Dios nos ha dado. No es negar el dolor, sino agradecer por las lecciones que nos deja. Cultivar esta actitud cambia la forma en que vemos la vida y nos acerca al propósito que Dios tiene para nosotros.

La clarificación de nuestras emociones y pensamientos es otro paso esencial. Preguntarnos “¿Por qué me pasa esto?” no nos lleva lejos. En cambio, replantearlo como “¿Qué me está enseñando esta situación?” abre las puertas a una comprensión más profunda. Cada desafío es una oportunidad para demostrar la fortaleza que Dios ha sembrado en nosotros, y cada victoria, por pequeña que sea, es un recordatorio de su amor infinito.

En este camino hacia la sanación, la tolerancia se convierte en nuestra mejor aliada. Ser tolerantes no solo con los demás, sino con nosotros mismos, nos ayuda a recordar que somos seres humanos imperfectos, aprendiendo a vivir en medio de nuestras caídas y logros. La compasión hacia nosotros mismos es una forma de sanar y avanzar, confiando en que estamos en constante crecimiento.

Y ahora, te pregunto:

¿Qué cadenas has permitido que te aten a una vida de autoengaño? ¿Cómo puedes transformar tu dolor en gratitud y tus heridas en lecciones de amor? ¿Qué pasos concretos puedes tomar hoy para soltar las ataduras, bendecir cada experiencia y abrirte al propósito divino que Dios tiene para ti?

La vida no se trata de evitar el dolor, sino de aprender a caminar con él, a superarlo y a usarlo como plataforma para ser más fuertes, más sabios y más agradecidos. Desata al elefante... Suelta la silla... Dios te ha llamado a ser libre... Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

Comentarios

Entradas populares