LAS CARGAS INVISIBLES DEL PASADO EN UN MUNDO IMPACIENTE.

Más allá de las experiencias difíciles del pasado, cada uno de nosotros carga con lo que podríamos llamar una deuda energética. Esta deuda es una acumulación de emociones no resueltas, pensamientos negativos, resentimientos y preocupaciones que drenan nuestra vitalidad y bloquean nuestro bienestar. Cada vez que nos apegamos a una ofensa, retenemos la culpa o el miedo, estamos acumulando esta deuda. Nos convierte en prisioneros de lo que ya no existe, limitando nuestra capacidad de vivir el momento presente.

En un mundo que nos impulsa a satisfacer nuestras necesidades de forma instantánea, esta deuda energética a menudo se pasa por alto, sin darnos cuenta de cómo impacta en nuestro bienestar emocional y espiritual. Sin embargo, ignorarla solo aumenta la carga. Practicar mindfulness nos permite ser conscientes de esta deuda y enfrentarla con aceptación. A través de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), aprendemos a reconocer estas emociones sin juzgarlas ni reprimirlas, permitiéndonos liberar poco a poco esta deuda y sanar.

La Ley de la Reciprocidad nos enseña que lo que damos, ya sea en términos de amor, paz o compasión, regresa a nosotros multiplicado. La liberación de la deuda energética no solo es una sanación personal, sino una contribución al bienestar de los demás. Cada vez que perdonamos o liberamos una carga emocional, estamos creando un espacio en nosotros que puede llenarse de energías más positivas y, al mismo tiempo, beneficiamos a quienes nos rodean. Así, el perdón y la paz que generamos en nosotros mismos también se convierten en una ofrenda de sanación para el entorno que habitamos.

Desde la ACT, sanar implica actuar en línea con nuestros valores y comprometerse a vivir de acuerdo con ellos. Si nuestro valor es la paz, cada acción de perdón y compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás va reduciendo nuestra deuda energética y contribuye a crear un ciclo de energía positiva que también impacta a quienes nos rodean.

Para sanar nuestra deuda energética, necesitamos una fuente de paz y esperanza que vaya más allá de nuestras fuerzas, y ahí es donde encontramos a Dios como el mejor presente que podemos tener en nuestra vida. Él es nuestra guía constante, quien alivia nuestras cargas y nos permite liberarnos del pasado. Cuando llevamos nuestras cargas a Dios y dejamos que Él las transforme, sentimos que nuestra deuda energética se aligera; encontramos una paz profunda y verdadera, una esperanza que no depende de circunstancias externas.

Dios nos invita a vivir en el momento presente y a confiar en que Él tiene un propósito mayor en nuestras dificultades. La práctica del “solo por hoy” nos permite enfocarnos en lo que podemos controlar, entregándole a Dios nuestras preocupaciones y aceptando el momento actual como un regalo. Este acto de entrega y confianza es una forma de ir sanando nuestra deuda energética, pues cada día que entregamos nuestras cargas es un paso hacia la paz que tanto buscamos.

Sanar una deuda energética no ocurre de la noche a la mañana. La paciencia es una herramienta poderosa que nos permite liberarnos poco a poco de estas cargas invisibles, sin forzar el proceso. En un mundo que nos apremia a resolverlo todo rápido, la paciencia nos enseña a respetar nuestro tiempo de sanación y a no apresurarnos. Cada paso que damos en nuestro proceso de liberación es un acto de amor y respeto hacia nosotros mismos.

Desde el mindfulness, aprendemos a aceptar cada momento sin juzgarlo ni apresurarnos, comprendiendo que la paz y la sanación requieren su propio ritmo. A medida que practicamos la paciencia, permitimos que la deuda energética se disuelva gradualmente, liberando espacio para que nuevas experiencias y energías positivas fluyan en nuestra vida.

La Ley de la Reciprocidad es también una ley espiritual que nos invita a liberarnos de la deuda energética al practicar el amor y el perdón de forma activa. Lo que sembramos en nuestra alma y en nuestras relaciones, lo cosechamos en forma de paz interior. Al practicar la reciprocidad, ofrecemos a otros la paz que deseamos recibir, y ese acto de amor regresa a nosotros en forma de Bendiciones.

Dios, en su infinita bondad, nos invita a vivir conforme a su amor, y cuando practicamos el perdón y la sanación interior, nos alineamos con esa paz divina. Al reducir nuestra deuda energética, recibimos la paz que buscamos y nos convertimos en un canal de Bendiciones para los demás. La reciprocidad espiritual nos recuerda que nuestra sanación no es solo un beneficio personal, sino un don que impacta también a quienes comparten nuestro camino.

Sanar nuestra deuda energética y liberarnos de las cadenas del pasado es un acto de amor, paciencia y fe. ¿Qué cargas emocionales puedes entregar hoy a Dios para aliviar tu deuda energética? ¿Cómo puedes practicar la reciprocidad espiritual, ofreciendo perdón y paz a los demás para también recibirlos en tu vida? Y solo por hoy, ¿puedes enfocarte en lo que puedes controlar, confiando en que Dios te sostiene en cada paso?

Recuerda que: Cada acto de liberación y cada pequeño gesto de paz no solo nos acerca a una vida plena, sino que convierte nuestra sanación en una fuente de esperanza, bienestar y Bendición para quienes nos rodean... Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

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