EL SOBREPENSAR: UN MAL DEL SIGLO XXI.

 

En la era digital, donde la información viaja más rápido que nuestras propias emociones, el sobrepensar ha emergido como una de las grandes crisis psicológicas del siglo XXI. Las redes sociales, la constante conectividad y el acceso inmediato a una avalancha de estímulos nos han expuesto a un flujo interminable de datos, opiniones y expectativas. Sin darnos cuenta, hemos convertido a nuestras mentes en un campo de batalla donde los pensamientos se enfrentan, se amplifican y, en última instancia, nos paralizan. 

El sobrepensar, también conocido como overthinking, se define como el proceso constante y repetitivo de analizar cada detalle de una situación hasta el punto de generar angustia. Este hábito mental, que puede parecer inofensivo en principio, pronto se transforma en una barrera hacia la paz interior y el bienestar. Las personas que sobrepiensan tienden a quedar atrapadas en un ciclo de dudas, inseguridades y lo que los psicólogos denominan “parálisis por análisis”.

Vivimos en una época de inmediatez, en la que se espera que respondamos, reaccionemos y decidamos con rapidez. La presión para estar siempre "activos" genera una falta de espacio mental para la reflexión natural, aquella que permite procesar las emociones y los pensamientos de forma saludable. Además, la comparación constante con los logros y la vida de los demás, exacerbada por las redes sociales, solo intensifica la tendencia a dudar de nuestras decisiones, creando una espiral descendente de preocupación.

En un mundo que fomenta la productividad y el éxito visible, el silencio mental, la pausa y la conexión con el presente han pasado a segundo plano. Sin embargo, la sobrecarga mental no solo afecta nuestra salud mental, sino que también tiene repercusiones físicas, como insomnio, fatiga crónica y enfermedades psicosomáticas. Es un mal que no discrimina, afectando tanto a jóvenes estudiantes como a adultos profesionales, y que ha venido a instalarse como un compañero constante de la vida moderna.

Afrontar el sobrepensar requiere un enfoque integral, uno que no solo se centre en la mente, sino que también abarque el cuerpo y el espíritu. Desde la psicología humanista, el bienestar del individuo no puede desligarse de su contexto emocional y espiritual. Para combatir este mal, es crucial tratar las raíces profundas del sobrepensar, que suelen estar vinculadas con miedos, traumas y patrones de comportamiento aprendidos desde la infancia.

La práctica de la atención plena (mindfulness) nos ayuda a redirigir nuestra mente al presente, rompiendo el ciclo de sobreanálisis. Meditar, aunque sea por pocos minutos al día, entrena la mente para soltar los pensamientos obsesivos y regresar al momento actual. La respiración consciente es una herramienta poderosa para calmar el sistema nervioso y reducir la ansiedad, creando un espacio donde los pensamientos no nos controlan, sino que los observamos sin juzgarlos.

El cuerpo guarda la tensión que genera el sobrepensar, manifestándose en dolores musculares, rigidez y cansancio. Ejercicios como el tai chi o incluso caminatas al aire libre ayudan a liberar la energía acumulada, promoviendo un equilibrio entre cuerpo y mente. El movimiento consciente también mejora la conexión con nuestro propio ser, devolviendo el control sobre nuestras emociones y pensamientos.

Expresar los pensamientos mediante la escritura es una forma catártica de liberar la mente. Llevar un diario, donde se escriben las preocupaciones y los miedos, puede ser una vía para comprender mejor los patrones que nos llevan al sobrepensar. Este acto de externalización permite ver los problemas desde una perspectiva más objetiva, y a menudo, lo que parecía abrumador en nuestra mente, se reduce en el papel.

La desconexión de nuestro ser interior, de nuestra espiritualidad o propósito, puede ser una de las causas del sobrepensar. Reconectar con prácticas que nos devuelvan a la esencia de quienes somos, ya sea a través de la oración, la meditación espiritual o la contemplación de la naturaleza, nos ayuda a encontrar paz y sentido. La espiritualidad, vista desde una perspectiva holística, no solo es una cuestión de fe, sino una herramienta para generar equilibrio interior.

Compartir nuestros pensamientos y emociones con personas de confianza es fundamental. Muchas veces, el simple hecho de hablar sobre lo que nos preocupa puede aliviar la carga mental. Ya sea con amigos, familiares o terapeutas, contar con un círculo de apoyo proporciona una perspectiva externa que nos ayuda a poner en contexto nuestros problemas.

En conclusión el sobrepensar, lejos de ser un signo de inteligencia o meticulosidad, es un lastre que limita nuestra capacidad de vivir plenamente. Al abordar este mal desde una perspectiva holística, donde el bienestar mental, físico y espiritual se interconectan, podemos recuperar el equilibrio perdido. En la simplicidad del presente, en el fluir de la vida sin expectativas desmedidas, encontramos la paz que tanto buscamos. Al final, no se trata de controlar cada pensamiento, sino de aprender a soltar y confiar en el curso natural de la vida.

Como seres humanos, debemos recordar que no estamos destinados a tener todas las respuestas de inmediato. El camino hacia el bienestar no es una carrera contra el tiempo, sino un viaje de autodescubrimiento y aceptación. La solución está, en gran parte, en aprender a vivir con los pensamientos, sin que estos nos gobiernen.

Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

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