EL ARTE DE HACER DEL FIN DE AÑO UNA TRANSFORMACIÓN PROFUNDA.

Mientras el mundo celebra el fin de un año más, solemos detenernos para reflexionar, planificar y, en muchos casos, dejar pasar las oportunidades que esta época nos brinda. Pero, ¿qué pasaría si, en lugar de ver este tiempo como una transición genérica, lo tomáramos de manera personal? ¿Y si cada vivencia, buena o mala, fuera un mensaje directo, único, del universo y de Dios para nosotros?

Todo lo que te sucedió este año, absolutamente todo, tuvo un propósito diseñado específicamente para ti. Incluso las pérdidas y los fracasos, aunque duelan, fueron mensajes personales de crecimiento. San Ignacio de Loyola nos enseña en sus ejercicios espirituales que debemos buscar a Dios en todas las cosas. La gratitud no es solo por lo que entendemos, sino por aquello que todavía nos cuesta comprender.

Haz un ejercicio sencillo: toma una hoja y escribe las tres experiencias más significativas del año. Pregúntate: ¿Qué me quiso enseñar Dios a través de esto? Hazlo con una mirada personal, como si Él hablara directamente a tu corazón.


Cuando tomamos las cosas de manera personal, también descubrimos cuánto nos pesan los resentimientos, las culpas y las expectativas no cumplidas. Soltar es liberarte, no porque lo que ocurrió no importe, sino porque tú importas más.

Dios no quiere que cargues lo que ya no te pertenece. Jesús dijo en el Santo Evangelio de San Mateo 11, 28: “Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. Este fin de año, decide soltar las cadenas invisibles que te atan: una relación rota, un error cometido, una meta no alcanzada. Escríbelo, quémalo, entrégaselo a Dios, pero hazlo personal.

Sanar no es un camino rápido ni sencillo, pero es profundamente personal. Nadie más sabe lo que llevas por dentro. Es tiempo de permitirte sentir y de buscar consuelo en la fe. El salmista escribió: “Sana mi alma, porque contra Ti he pecado” (Salmos 41, 4). Al tomar tus heridas como algo personal, reconoces que son parte de tu historia y que tienen el poder de transformarte.

Permítete llorar, hablar con alguien de confianza o incluso buscar ayuda profesional. La sanación es un acto de valentía, un regalo que te haces a ti mismo.

El nuevo año es tu lienzo personal. Cada decisión, cada pequeño paso, construye tu historia. San Pablo nos recuerda en Romanos 8, 28: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman”. Esto significa que tú tienes un papel activo en el plan divino.

Toma de manera personal cada oportunidad que llegue. No importa si los demás no la ven o no la entienden; es tu camino, tu vida, tu propósito. Si algo te inspira, actúa. Si algo te mueve, persíguelo.

Cierra este año con un momento contigo mismo. Toma un papel y escribe tu manifiesto personal:

¿Qué agradeces profundamente?

¿Qué necesitas soltar?

¿Qué sueños te comprometes a seguir en el año que viene?

Lee este manifiesto en voz alta, como un pacto contigo mismo. Guárdalo en un lugar especial y recuérdalo cada vez que sientas que pierdes el rumbo.

Tomarlo todo de manera personal no significa ser egoísta, sino asumir con amor y responsabilidad que tu vida tiene un propósito único y especial. Este fin de año no dejes que pase como otro más. Haz de cada experiencia una lección, de cada herida un aprendizaje y de cada día una oportunidad para vivir con intensidad y propósito.

Que este nuevo año te encuentre agradecido, libre, sanado y lleno de sueños por cumplir. ¡Feliz año nuevo! Que Dios te bendiga de manera personal, como solo Él sabe hacerlo... Un abrazo fraterno de su amigo y psicólogo Jeovanny Molina.

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